Búsqueda de la seguridad o control
Cuentan que un alpinista desesperado por conquistar el Aconcagua, inició su travesía después de años de preparación. Pero quería la gloria para él solo, por lo que subió sin compañeros. Empezó a subir y se le fue haciendo tarde y más tarde. No se preparó para acampar, sino que siguió subiendo decidido a llegar a la cima, hasta que se hizo de noche. La oscuridad lo inundó todo y no podía ver absolutamente nada.
Siguió subiendo y a unos 100 metros de la cima resbaló y se despeñó. Caía a gran velocidad, solo podía ver sombras que pasasan y sentía una fuerza de la gravedad que tiraba de él hacia abajo. Pensaba que era su último día, que iba a morir. De pronto, sintió un tirón muy fuerte y como si su cuerpo se fuese a partir en dos.. Por fortuna la cuerda que había utilizado para subir y las sujecciones que había utilizado pararon la caída. Después de unos momentos, sintiéndose suspendido en el abismo gritó:
- !Ayúdame, Dios mío!.
De repente una voz grave y profunda le contestó desde los cielos:
- ¿Qué quieres que haga, hijo mío?
- Sálvame, Dios mío.
- ¿Realmente crees que te puedo salvar?
- Por supuesto, Señor.
- Entonces corta la cuerda que te sostiene -le respondió Dios.
Hubo un momento de silencio. El hombre reflexionó y se aferró más a la cuerda.
Cuenta el equipo de rescate que al día siguiente encontraron colgado a un alpinista muerto, congelado, agarrado fuertemente con las manos a una cuerda que estaba tan solo a dos metros del suelo.
Es importante saber a qué cuerda nos mantenemos agarrados para afrontar las dificultades de la vida, no vaya a ser que la cuerda sea el problema.